Apuesto a que te resulta gracioso cuando un adulto toma a un bebé, lo acerca a su cara, comienza a hablarle en tono “infantil” y espera respuesta. No solo porque sabemos que el bebé no está entendiendo lo que le dice, sino que también el adulto hace gestos y tonos en la voz que no suele utilizar con las demás personas. Pero esta actividad, además de ser natural, es de suma importancia para el desarrollo verbal y afectivo de un niño. A esto se le llama “protoconversación”, el intercambio comunicativo de sonidos y toma de turnos para interactuar.
Este acto forma parte de la comunicación preverbal, en donde el cerebro puede identificar los distintos movimientos de la boca y los gestos para emitir sonidos. También, aprende a que existe una toma de turnos para comunicarse con los demás. Por lo tanto, el adulto se convierte en un facilitador del lenguaje aunque lo haga de manera espontánea.
Esta muestra de ternura y amor, genera sentido de pertenencia en el bebé, haciéndole saber que es importante y reconocido por sus cuidadores, lo que le permite sentirse contenido y bajar sus niveles de alerta. Es importante ya que el cerebro está intentando descubrir el entorno para adaptarse a él, si llega a identificar cualquier amenaza, el estrés puede frenar las conexiones neuronales y entrar en un estado de hiperalerta que tensa tensa al cuerpo y genera incomodidad. La voz de los cuidadores le permitirá regresar a sus niveles normales y sentirse tranquilo.
Si notas que tu bebé se encuentra irritado o tenso, puedes tomarlo en tus brazos, establecer contacto visual y hablarle, si no se te ocurre una conversación, describe el entorno sobre lo que ves, si hay personas alrededor, ruidos, etcétera. Observa cómo tu hijo comienza a prestar atención e intenta continuar la conversación con balbuceos. Sonríe y hazle saber lo especial que es. Pero lo más importante: disfruta el momento.